jueves, 15 de marzo de 2012

Entrevista a Viviana Poggio: "Hace algunos años volví a aparecer de nuevo."

 Por Mariano Osuna.
 
¿Cómo se vive la política en tu familia durante tu crecimiento? ¿Y cómo se compone la estructura familiar? 
Tengo dos instancias de recuerdos (los que viví y los que me contaron), porque en realidad hay un hito que es la separación de mis viejos (Horacio Poggio y Raquel Camilión).
Soy nacida en una cuna sumamente política, donde mi viejo,trabajaba en Renault, militaba día a día y era un dirigente dentro de la fabrica. No lo tengo como recuerdo presente, sino es el relato porque no tengo mi propia memoria en esa época. Me contaron que mis viejos se fueron a córdoba por lo que significaba como foco político de la época. Hay una figura muy fuerte en ese momento que es mi tío, el hermano de mi mama, un cuadro político según me contaron muy interesante que es el chacho Camilion. Ellos eran muy amigos y militaron juntos en el Malena
Mi mama era el nexo entre esos dos cuadros, atraídos por lo que significaba córdoba políticamente en esa época. Estamos hablando del año 62. Con la separación de mis viejos en el 67 se distancian mi papá y mi tío.. La separación diferencia la manera en que mis viejos siguen vinculados a la política, mientras mi madre fue dejando de a poco la militancia priorizando su familia, mi viejo sigue con una militancia activa. Mi tío Chacho también continúa activamente con la militancia, aunque con otra mirada, distinta a la de mi papá
Mi vieja arma pareja con Roberto, con quien construí el rol de padre-hija. Es con ellos con quienes construyo la cotidianeidad familiar,  tienen una hija (Verónica) y su vida política pasa a ser pasiva. Mientras, mi viejo arma su nueva familia con Angélica teniendo tres hijos (Carolina, Sebastián y Eleonora), y sigue siendo activo en la militancia política. Yo pasaba los fines de semana en su casa y siempre había reuniones, había una actividad política permanente.
Respecto a mi tío, tuvo varias entradas a la cárcel como preso político, para mi era hasta “normal” saber que el tío Chacho estaba preso. Cuando lo soltaban hacíamos una fiesta y brindábamos.
 A él lo mataron en el 77. Nunca pudimos enterrar su cuerpo pero tenemos la confirmación de su asesinato.
Yo tenía con la pareja Horacio-Angélica un vínculo cariñoso, pero no era mi cotidianeidad. Tal vez por eso, en la desaparición de mi viejo, mi vida se ve atravesada por ese hecho pero continua casi “normalmente”. Roberto y mi mama se esmeraron para lograr  que mi vida transite como si no hubiera pasado nada, Aunque mi mamá tenía muchos síntomas físicos, ataques de asma y depresiones.
 
¿Y cómo sigue la relación con tu padre Horacio Poggio?
Tuve diversas emociones respecto a mi papa. Mucho tiempo estuve enojada con él porque sentí que había priorizado una elección de vida que no tenía que ver con sus hijos. Yo pensaba que si nosotros hubiésemos sido prioridad en su vida hubiera dejado la militancia. Luego tuve una instancia tratando de entender de donde venía la cuestión, pero sin lograr entender como la militancia había atravesado su vida. Luego de a poco pude dar un giro y entender el momento histórico, su trascendencia personal respecto a la política, y ahí fui tomando otra postura respecto a su elección de vida. De a poco me fui reconciliando con la política, porque antes pensaba que culpa de ella mi viejo no estaba. Puse mi enojo en la política de manera errada. Hoy puedo entender que mi duelo tuvo y tiene diferentes etapas.
 
¿En que contexto se da la detención de tu viejo y como vivís esos momentos?
Él trabajaba como administrativo del sindicato de prensa en Córdoba. En julio del 76 fui a pasar unos días a su casa momento en el que ya había nacido Carolina, que tenía 7 años, Sebastián que tenía 3 años y faltaba un mes para que naciera Eleonora. Mi viejo el 23 de julio se fue a trabajar y nosotros quedamos en su casa. A la noche, cuando ya terminó el día, nos fuimos a dormir, y cerca de las 4.30 Angélica me despierta para decirme que mi papa no había vuelto y que ella se iba a buscarlo. Yo me quedé a cargo de los chicos. Angélica no volvió.
Cerca de las 10 de la mañana llega un amigo de mi papa (al que había visto en algunas reuniones) a buscarme. Él me dijo que iba a llevar a mi casa (de mi mamá) porque mi papá estaba preso. Me llevo desde la casa de mi papa hasta mi casa en silencio absoluto. En esa situación de total silencio me baja en mi casa y se va. Entonces entro, y mi mama y Roberto me preguntan porque vine tan temprano, y entre lágrimas les dije que mi papa estaba preso. Recuerdo haber ingresado al baño y mientras lloraba me secaba para que nadie se diera cuenta. Del tema no se hablo más.
Yo tenía en el imaginario que una persona que estaba presa se encontraba entre rejas, que en algún momento lo dejaban salir y festejábamos como pasaba con el tío Chacho. Entonces que mi viejo estuviera preso era para mí una cuestión de transición. Mi recuerdo respecto a mi vieja y Roberto es de mutismo, silencio absoluto.
A Angélica desde ese día que salió a buscar a mi viejo no la vi más. Cuando no lo encontró a mi viejo automáticamente no volvió a su casa. Preservó el embarazo y a sus hijos. A esa casa mucho tiempo después pude volver. Me enteré diez años después que mi viejo no estaba preso, que no iba  a salir, ni íbamos a festejar…
Todo ese mutismo, significó que yo entendiera con mis 11 años que el instrumento era el silencio, es decir que de eso no se hablaba.
A mis tres hermanos tampoco los volví a ver. Nos encontramos en Concepción del Uruguay tres años después, después se fueron a México. Angélica estaba allá.  Después de que se fueron, en el año 79 nos hemos visto tres veces con carolina, dos con Sebastián y una sola vez con Eleonora. Las chicas viven en Suecia y Sebastián en México. A Angélica la volví a ver en 2008, la única vez que vino a Argentina desde que se exilió en el 77.
 
¿Internamente como conviviste con la idea de no saber que pasaba con tu viejo?
Para el afuera me inventé que estaba en México, y en mi intimidad seguí con el mecanismo del silencio. Hoy mis amigas de córdoba me confiesan que por años no supieron que mi viejo estaba desaparecido.
Fui alumna ejemplar, trataba de no dar trabajo y que mi vida funcione de manera anónima, pasar desapercibida. De esa manera canalicé el dolor, fue como un canal de supervivencia.
Tuve una adolescencia atípica Y retraída, usando el silencio como mecanismo para resguardarme. Era una adolescente alejada del movimiento frívolo. No tenía militancia, análisis político, no tenia demasiada vida social. Esto fue una secuela de vivir un momento traumático en silencio. No encajaba en ningún grupo.
 
¿Qué efecto hizo en vos la relación binomio presencia-ausencia y la política?
No había pensado el binomio ausencia-presencia, pero indudablemente tenía que ver con el perder y encontrar, volver a perder y volver a encontrar. A mi viejo creía verlo en la calle siempre y lo buscaba en el diario, en la tele. Estaba segura que mi viejo estaba preso, que estaba vivo. No lo podía ver muerto, en mi recuerdo tenía 35 años, estaba sano, joven, entero. Esto se sustentaba en que estaba acostumbrada a ver a mi tío que entraba y salía de la cárcel, esa es la imagen que tenia. Esperaba que mi viejo también salga.
No me permití llorar por años, me coloqué como una coraza. Lo que nunca pude laburar es la idea de una perdida absoluta. Yo creo que realmente hacer el proceso de asimilar la desaparición  me llevó casi treinta años. No hice nunca un duelo completo, sino relativo. No era un duelo, sino un proceso de búsqueda
Con la política tenía una negación, pensaba que era la culpable de todo lo que le había pasado a mi viejo, y a los amigos de mi viejo, que también participaban en política.
La política, las marchas, las rondas de los jueves y la militancia de hijos me inmovilizaban, no tenia indiferencia ni rechazo pero no me animaba a acercarme.
 
¿Cómo se construye la relación con Luis (Garay, su marido) y cuanto tuvo que ver él en tu acercamiento a la política?
Yo Vivía en Córdoba, pero viajaba mucho a Entre Ríos, porque tenía mis abuelos Camilión en María Grande. Era un lugar tranquilo, seguro, anónimo para esa época, mientras que Córdoba era la permanente sensación de peligro, salías y no se sabía si volvías. Fue como normal para mí esta cuestión de desapego, se ve que había toda una cuestión de presencia-ausencia que atravesaba mi vida en todos los sentidos. En ese ir y venir lo conozco a Luis como amigo de mi prima. Empieza como un juego, una relación entre una nena de 14 años y un chico de 16. Él en María Grande y yo en Córdoba. Así nos empezábamos a ver. Él en un acto de valentía a veces iba hasta Córdoba a visitarme; digo valentía porque no tenia donde quedarse, no podía quedarse en mi casa. Tiene anécdotas graciosas de haber dormido en velatorios, en terminales, en pensiones de conocidos de sus amigos. Iba con un papelito firmado por su padre que decía que autorizaba que su hijo viaje a Córdoba. Para los milicos ese papelito no significaba nada, nosotros no teníamos la dimensión de lo que estaba pasando. Nuestra relación fue un crecer juntos en la distancia. Nos veíamos cuando se podía y como se podía. Fue algo lindo construido informalmente, con mucho compañerismo. En esa época no había celular, ni Facebook, ni nada. Teníamos una cabina telefónica que a veces se pinchaba y con una misma ficha hablábamos media hora.
La relación a distancia con Luis duró casi diez años. De a poco nuestra relación se fue puliendo, empecé a estudiar odontología. Luis transitaba su facultad. Él empieza a definirse políticamente. Yo avalaba lo que él hacia, me parecía valioso, pero yo no me animaba. Después de tanto tiempo de alejar la política de mi vida, Luis era lo más cercano a la política en mi vida.
En el medio tuvimos cortes de nunca mas volver a vernos, pero cuando nos encontrábamos nos olvidábamos de que habíamos cortado. Eran normales teniendo en cuenta la distancia y los caminos diferentes. En el año 87 ambos terminamos la facultad. Cuando él se recibe vine a acompañarlo y le dije que se terminaba todo. Hasta diciembre no nos hablamos, y cuando fui a rendir mi última materia, mi amiga lo llama y le cuenta. Él se va a Córdoba y me visita cuando rindo la última materia y nos olvidamos que no estábamos más juntos. Ahí decidimos, cada uno con su titulo, que teníamos que definir que hacíamos. Lo que definiéramos lo haríamos juntos. A los dos nos sale trabajo en María Grande, yo vivo con mi abuela y él con sus padres. Por primera vez tuvimos la experiencia en diez años  de vivir en la misma ciudad. Nos animamos a arrancar un proyecto de vida juntos. En enero del  89 nos casamos y nos fuimos a vivir juntos.
 
¿En que momento dejas de ver a la política como culpable?
Fue un proceso tranquilo, hace muy poco tiempo. Creo que el hecho político que me marcó y me hizo girar mi discurso respecto a la política fue cuando Néstor descolgó los cuadros. Ahí empecé a creer con la política y me reconcilie con ella.
 
¿Cómo empiezan a averiguar sobre las causas por delitos de lesa humanidad?
Luis comienza a averiguar y hace suya la causa. De a poco empiezo a tomar conciencia que era algo mucho más grande de lo que suponía. En esto tuvo que ver Luis, que comienza a participar de las marchas y tomar esta causa como la propia. Yo aun tenía vergüenza, porque creía que algo mi viejo había hecho algo malo. Recién en 1999 doy un giro respecto a mi visión de la política, respecto a mi viejo, respecto a mi vida en general. Nunca pude asumir que a mi viejo no lo voy a ver nunca más en mi vida. Aun no pude hacer el duelo. En lo objetivo sé que no esta vivo, pero en lo subjetivo no lo acepto. Todavía hoy veo gente en la calle de su edad y pienso como seria él.
 
¿Cuándo decidiste ir por primera vez a la marcha?
En 2004. Tenía ya mis hijos chicos. Hasta ese momento Luis los llevaba a las marchas, pero yo no iba.
Aunque la imagen de Néstor descolgando los cuadros fue el hecho político que me marcó, el acontecimiento que me hizo colocarme en una postura determinante fue el conflicto agropecuario del 2008. En cierta manera me habilitó a posicionarme en un lugar claramente cómodo. Yo sentía que ahí tenia que estar, no importaba con quien me tenía que pelear. Fue la primera vez que sentí eso en una situación política.
 
¿Que efecto tuvo ver a tus hijos militando o yendo a las marchas con Luis?
Lo que me atravesó la vida fueron esas dos presencias. La maternidad me conectó desde otro lugar. El solo hecho de tenerlos me posicionó desde otra óptica, ya como madre y no como hija.
Cuando en el 94 nace Felipe (hijo) comenzamos a construir nuestra familia, en el 96 nace Vicente,  tuve que seguir formando una historia, un álbum de fotos familiar, con tres abuelos.
Al principio  les decía a mis hijos que el abuelo era Roberto, pero  Vicente (hijo) hace a los 4 años  un planteo familiar que se transforma en una gran crisis: Fuimos a Concepción del Uruguay a visitar a los abuelos Poggio, Vicente empezó a preguntar respecto a que si esos no eran los padres de Roberto entonces que estaba pasando. Le dijimos que el abuelo Horacio estaba muerto, que lo habían matado los militares (creo esa fue la primera vez que lo pude decir). Mi hijo vino llorando y preguntando por su abuelo Horacio en todo el viaje desde Concepción hasta Paraná. Preguntaba donde estaba, quien lo había asesinado, que había hecho yo para que eso no pase. Ahí me di cuenta que tenia que darles una respuesta a mis hijos que no me animaba, que no podía.
En el caso de Felipe, él tenia claro quien era quien, te armaba el árbol genealógico, era más racional, pero no preguntaba. A Vicente no le importaba entender demasiado, el tenia un profundo dolor, era más pasional.
Cuando Luis fue candidato a senador, fue como volver a ver la historia repetirse, era lo mismo que viví en otro momento: El padre priorizando su elección de vida en la militancia y descuidando sus hijos. Fue una crisis importante, decidí empezar terapia porque me di cuenta que tenia que resolver este tema.
Yo siento que durante mucho tiempo desaparecí. Así como en la dictadura desaparecieron tantos, yo también desaparecí de alguna manera. Me construí otra historia, una vida, tome el silencio como mecanismo para sobrevivir. Solo hace algunos años volví a aparecer de nuevo.
 
¿Cómo llega H.I.J.O.S. a tu vida?
Con la terapia comencé a hacer una ruptura de cascaras. Al principio no era mi interés ingresar  a H.I.J.O.S porque sentía que generacionalmente no calzaba.  En el 2003 una amiga me invita a viajar a Córdoba para buscar un relato que tenga que ver con la historia de mi papá que no sea el de mi mamá. Dije que si y nos fuimos a Córdoba. Fuimos al sindicato de prensa y ella con una impronta de periodista empieza a buscar información. Ahí comienza una especie de reconstrucción y nos dicen que hablemos con una señora llamada Estela que supuestamente estaba con mi papa en el momento de la detención. Fuimos a su lugar de trabajo y cuando abrió la puerta se le llenaron los ojos de lágrimas y me dijo que era igual a mi viejo. Me conto muchas cosas que no sabia de él. Me cuenta que a ella y  a mi viejo los habían mandado a buscar recibos de sueldos a otro lado. Cuando volvieron tenían la percepción que los seguían. Mi viejo subió a llevarle al interventor los recibos que le había pedido. En ese momento entran cuatro tipos, dos la agarraron a ella, y otros dos fueron a buscar a mi viejo. Los que bajaron dijeron que ella no era la compañera que estaban buscando (seguramente estaban buscando a Angélica).
 
¿Cómo recordás a tu viejo?
Tengo muy pocos recuerdos. Algunos cocinando, pintando muebles, coleccionando las etiquetas de los vinos, o que dormía mucho. Nos tirábamos en su cama y le saltábamos arriba y él no se despertaba. Recuerdo un viaje que hicimos juntos a rosario, donde vivía la familia de angélica. Ellos me llevaron, recuerdo que me enseño los colectivos eléctricos, me llevo al monumento de la bandera, y me había subido a sus hombros para que vea los fuegos artificiales. Una vez para un cumpleaños me pregunto que quería que le regale, y yo le dije un disco. Me trajo uno de cuarteto. Una vez me regalo una lapicera con cartucho de tinta. Aun sueño con encontrar su cuerpo, y estoy convencida de que va a aparecer. La idea de encontrarlo a mi viejo fue recordar esas pequeñas cosas que vivimos juntos, porque tuve una época en la que no recordaba nada.
 
¿Qué significo para vos la agilización de los juicios, ver los derechos humanos como política de estado y el momento donde Néstor descolgó los cuadros?
Cuando pasaron esas cosas sentí el aval de que podía conectarme afectivamente con eso. Fue el permiso de poder acercarme a cosas que antes no me había permitido por aquel mismo mecanismo interno de supervivencia que había construido. Yo tuve que romper el personaje que me había construido, incluso con mi profesión,  empezar a sentir que tenía que involucrarme con todo esto. Sin aquel proceso terapéutico que hice nunca hubiese podido dar ese giro. En el caso de Néstor, él no pasó como uno más. Porque apareció en un momento donde yo estaba haciendo ese proceso de cambio, entonces fui acompañando mi proceso personal por primera vez con lo que pasaba en el país. Comencé a sentir que lo que iba pasando me pasaba también. Su muerte fue una de las tantas pérdidas más. En su discurso había encontrado un recuerdo de la esencia de aquello que mi construcción de personaje había dejado oculto, es decir encontraba en él cosas de la militancia de mi viejo y de mi tío. Había cosas que Néstor decía que yo sentía que las había escuchado antes. Ahí me di cuenta que hay cosas que nunca se pueden olvidar. Por eso digo que aparecí, porque cuando empiezo a dejar el personaje y la omisión, y me muestro en esencia, voy encontrando un compartir en el discurso, en la militancia, en la música que se escuchaba. Vuelven los recuerdos….
 
¿Qué significaría para vos profundizar el modelo?
A mi me vuelve el miedo cuando hablo de esto. A mi me parece que la profundización necesariamente trae la reacción, no me es indiferente. Uno nunca sabe cual es la magnitud de la reacción, pero aquella sombra se me presenta cada vez que se habla de profundizar el modelo. No me puedo sacar el miedo, y trato de que mis hijos no perciban eso. Porque sé que ellos lo saben y no les importa, no tienen miedo, y eso me enorgullece pero me da miedo.
 

3 comentarios:

lore dijo...

piel de gallina. me quede conmovida. gracias por contar estas historias.

Anónimo dijo...

quien sabe cuantas historias como esta habrá dando vuelta, ignaradas por todos, gracias por compartirla, muy muy buena entrevista

barbara saldaña dijo...

Tengo de mi padre el mismo recuerdo que viviana cuando escuche a nestor hablar. Ese dejavu de algo vivido que nos lleno el alma. Una gran generacion, como es ésta, la de nuestros hijos.

Viva la patria.
Barbara. Cordoba