martes, 2 de octubre de 2012

Las formas de construcción de conocimiento y su relación con un proyecto nacional


Roberto Carri y el fetichismo de las ciencias sociales.


Por Juan Godoy*

“Es dentro de esta perspectiva de lucha que rechazamos terminantemente las manifestaciones modernas de la ciencia formal y reivindicamos un conocimiento singular o particular que sea expresión de la lucha anti-imperialista de los pueblos del Tercer Mundo y especialmente de las mayorías argentinas” (Roberto Carri, 1969**)

            Abordaremos aquí la figura de Roberto Carri, sociólogo, militante popular en el peronismo revolucionario, integrante de las Cátedras Nacionales, experiencia dada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos entre los años 1968 y 1971-1972 (donde participan personajes como Justino O’Farrel, Gonzalo Cárdenas, Alcira Argumedo, Amelia Podetti, Horacio González). Iba a participar de las publicaciones vinculadas a las cátedras: Antropología-Tercer Mundo y Envido, con tan solo 28 años publicaba “Isidro Velázquez y las formas prerrevolucionarias de la violencia”, luego “Poder imperialista y liberación nacional”, etc. Terminaría, juntamente con su compañera (Ana María Caruso), detenido-desaparecido en los años de la última dictadura genocida que azotó nuestro país.
            Lo trataremos a Carri, en relación a una idea que va a aparecer en su pensamiento, en sus escritos, que es la de la formalidad de las ciencias sociales y su fetichización, su alejamiento del creador, y el pasaje de éste a ser dominado por su propia creación. Nuestra idea es, al mismo tiempo, abrir perspectivas sobre la forma de construcción de conocimiento dominante en nuestras universidades nacionales, y su vinculación a un proyecto nacional, con basamento en los sectores populares y latinoamericanos.
            Nuestro autor va a resaltar el entramado político-científico que se da entre los cientistas sociales y el “campo político”. Es la aparición del conocimiento técnico, de los técnicos al servicio del estado, pero haciendo a un lado su ideología (¿es posible hacerlo?). El técnico, así, a-politizado sirve para cualquier modelo de país. No importa aquí la política, la ideología, etc., solo se busca la “eficiencia”. Carri está pensando, en este punto, en la relación de los profesionales de las ciencias sociales con los sectores dominantes, a éstos como sustentadores de un régimen de dominación, así sostiene que “la dominación imperialista en todo el mundo provocó el desarrollo de la sociología como un medio de detectar problemas en sus países y descubrir los modos de superar las tensiones del mundo moderno”. No obstante esto, la idea de “un estado más eficiente”, suena en la memoria reciente colectiva argentina, como parte del “desguace” del estado nacional.
            El autor de Isidro Velázquez…, no es para nada contemplativo con la universidad y su rol en la realidad nacional tal como estaba constituida. Considera que su creación se encuentra ligada a la mantención de un orden social de dominación, “la universidad Argentina fue el laboratorio de formación de ideologías al servicio del mantenimiento del orden”. De esta forma, los cientistas sociales formados en estas universidades, serán fieles exponentes de un pensamiento ajeno a los intereses populares, pues el interés está puesto en “aportar a sus alumnos un curriculum profesional, formar una “personalidad profesionalmente equilibrada”, etc. Tiene como objetivo despolitizar ideológicamente al sociólogo convirtiéndolo en un fiel servidor del estado, en un técnico eficiente”.Separar la ideología de la  ciencia, hacerlas dicotómicas, excluyentes, una perspectiva científica que pretende no mezclarse con la realidad social,  no apasionarse, que solo admira la ciencia y el progreso. Sociología carente de valores.
            Recordemos que Carri llamaba a los cientistas sociales que creen en la objetividad científica, bandoleros sociológicos, en los cuales “su admiración y respeto no es por personas, sino por una entidad impersonal: la ciencia y la tecnología (…) ellos directamente no se sienten partícipes del proceso analizado (…) el sociólogo cree todavía que la llamada objetividad científica es lo más importante”.
            Debemos tener en cuenta que Carri, está inmerso en una doble lucha: por un lado, hacia dentro de la universidad, procurando cambiar las formas de construcción de conocimiento imperantes; y por otro, inmerso en las luchas populares contra los procesos dictatoriales, en el corto plazo, y por la liberación nacional en el largo. Asimismo tenemos que resaltar aquí que nuestro autor está polemizando con toda una universidad en general, y con una carrera (sociología) en particular, en el marco primero, del derrocamiento del gobierno democrático, popular de Juan D. Perón, la instauración de una férrea dictadura que a la vez que persigue, reprime, etc., obtura la posibilidad que las mayorías se expresen en forma libre; y segundo, interviene las universidades, por ejemplo, la de Buenos Aires queda a cargo de José Luis Romero, y la del Litoral, a cargo de Halperín Dongui, cesantea a profesores que habían participado como profesores en el peronismo.
Resaltamos en relación a los profesores cesantes que, según consignan Aritz e Iciar Recalde, bajo el gobierno de Aramburu en el mismo decreto que intervenía la universidad, se “establecería que no debería quedar ni un solo docente ligado al peronismo y por eso, a través del artículo 32º se prohibía el ingreso a concurso de los docentes de la gestión anterior”. En este contexto, en el año 1957, surge la carrera de sociología, teniendo como fundador al sociólogo italiano Gino Germani.
            Ahora sí, teniendo brevemente el marco general del pensamiento de Roberto Carri, acerca de la universidad,  de la carrera de sociología, y de su tradición académica-militante, podemos avanzar en nuestro planteo acerca del fetichismo en las ciencias sociales.
Carri va a ser escéptico acerca de la posibilidad de la sociología de superar esta suerte de destino trazado desde su fundación, dudar acerca de que pueda superar el orden social en el cual es producida, que se encuentra dividido en opresores y oprimidos. La sociología vendría aquí a reproducir estas relaciones asimétricas, al mismo tiempo que ocultaría la politicidad de las relaciones sociales.  La intención de nuestro autor es “problematizar la doble inversión fetichista que anida en las ciencias sociales, para denunciar su pretensión autárquica y para, finalmente, enfrentarlas con el fantasma de la política que quisieron eliminar de entre sus fundamentos; y así recuperarlas en su propia dimensión utópica”.  Establecer el camino de la politización de las ciencias sociales, es un camino que Carri considera posible para que las ciencias sociales en general, y la sociología en particular, no quede como mero sustento del orden social de dominación.
Pone en consideración el sociólogo y periodista, la preponderancia del método, cómo éste lleva en muchas ocasiones a querer adaptar la cabeza al sombrero y no al revés, que sería lo más lógico, así argumenta que “el individuo poseedor del método aprende la realidad social a través de la combinación de variables en el modelo formal, superando el momento de la operación científica, se “compromete”, se vuelve a meter en una realidad que por un momento consideró exterior (…) si la realidad no se adecúa al modelo la realidad no existe”. De esta forma el método de las ciencias sociales utilizado en este sentido, en lugar de ayudar a comprender la realidad social, a abordarla, nos aleja de la comprensión de la misma. El método, creado por el hombre, pasa a dominarlo, en lugar de servirle como herramienta, lo constriñe en su construcción, pues el hombre “crea la ciencia, pero ésta una vez puesta en movimiento es dejada por su creador –la situación (teológica, deificada)- moverse libremente en su específica legalidad”- Convirtiéndose así en un instrumento de su propia creación.
Acá podríamos considerar la idea de “recortar” que tanto pregonan algunos “teóricos del método”, recortar para que el objeto sea abordable, recortar más y más, tanto que cuando se llega al nivel de “pequeñez buscado”, el tema a estudiar pasa a ser otro. Lo cual, además de lo desacertado en tanto construcción científica, nos permite preguntarnos, pero los teóricos sociales, incluso los que tanto gustan a estos “teóricos del método”: ¿tienen como objeto de estudio temas tan pequeños?, ¿Hernández Arregui, Arturo Jauretche, Scalabrini Ortíz estudian siguiendo estas prerrogativas del “recorte”?. Ah, ya sabemos, ¡nos dirán que no son científicos, que son para-sociólogos y demás!, pero… de todas formas esas mismas preguntas podemos realizarlas pensando en Marx, Durkheim, Weber, Bourdieu, Foucault, etc. Es la aparición también de las “sociología especiales”, del conocimiento cada vez más particular, “el conocimiento fragmentado de la sociología –existen también sociologías especiales o aplicadas como campos de interés puedan aparecer al sociólogo- resulta de los supuestos señalados y es incompatible con la práctica política del pueblo”.
Este tipo de construcción científica tiene la característica, en cierto sentido llamativo, de no ir más allá de lo meramente dado, no modifica nada (probablemente en muchos casos no sea esta su finalidad). Pues “el conocimiento formal es empirismo acrítico, el fetichismo de los hechos inmutables, la creencia de una legalidad exterior a la producción humana de la naturaleza y la sociedad”. No hay en esta construcción integración del conocimiento con la práctica (estos dos polos se encuentran separados), la tarea del cientista social es individual, o solo inserto en la “comunidad científica”, no se encuentra la integración con las luchas nacionales, populares, pero en realidad Carri resalta que la teoría aparece “como la expresión de la conciencia social (…) la ciencia es producto colectivo de la sociedad (…) pero los científicos creen que esos conocimientos son la consecuencia de la aplicación individual de su empirismo”. Esto último nos habilita a otros interrogantes, dado que si esto es así ¿para qué las ciencias sociales?, ¿sociólogos para qué?, ¿cuál es el sentido de una universidad pública que solo realice conocimiento formal, ajeno a las necesidades nacionales, del pueblo?
Resaltamos que consideramos que en la visión del autor de Poder imperialista y liberación nacional, la cual compartimos, no se pretende rechazar “el método” totalmente, pero sí criticar ciertos abordajes científicos en tanto venimos poniendo de relevancia en estas líneas.
Aparece en los seguidores más convencidos del método “la creencia en que la realidad fetiche es la verdadera realidad”. Esta realidad, escindida del cientista social, en tanto poseedor del “método científico” objetivo, aparece como la verdadera realidad. Esta forma fetichizada del conocimiento, es la construcción de teoría considerando “lo social” como una exterioridad que se presenta como lo dado, lo inmutable, que no se puede cambiar, o incidir en que cambie, “el conocimiento formal desconoce su propio soporte fetichista (…) la operación objetiva del conocimiento queda reducida a una mera interiorización individual”. Desde esta perspectiva, no es ésta la tarea del cientista social a-valorativo. Olvidan que los hombres (¡entre los cuales están también los cientistas sociales, aunque a veces parecieran creer que no!) tienen valores, ideología, etc., y no pueden abstraerse de ello por más que lo deseen.
Para finalizar, argumentamos que el meollo en Roberto Carri, es la relación entre la política y la ciencia, entre el político y el científico podría decir alguien ajeno a la perspectiva de nuestro autor. Según él mismo, hay una estrecha relación entre estas dos cuestiones, que hacen que sea imposible escindirlas. La sociología es política, ya sea como sustentadora del statu quo y la dependencia o como parte de la lucha por la liberación nacional. No es en Carri el partir de un modelo teórico abstracto para luego procurar aplicarlo a una realidad externa, sino más bien es el involucramiento en la lucha del pueblo, es la producción de teoría desde el pueblo, no intentando establecer caminos ajenos a la capacidad creativa de las masas.
Se trata de pasar de la primacía del método a la primacía de la política, rescatar a las ciencias sociales y a la sociología revalorizándolas en su politicidad, en su intención transformadora de las relaciones sociales. Dejar a un lado una sociología que no puede dar respuestas a las necesidades nacionales y del pueblo, que no puede ser parte de un proyecto nacional, de la lucha colectiva. Así, “si la realización, producción, de la nueva sociedad no es una tarea filosófica o científica sino política, el conocimiento del mundo también es tarea política o no es verdadero conocimiento”


*El autor es Licenciado en Sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA) y Profesor de sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA)
** Carri, Roberto. (1969). El formalismo en las ciencias sociales (2da. Parte). Antropología - Tercer Mundo. 2, (55-66), página 61. Reedición Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, página 63. 


Bibliografía citada

oCarri, Roberto. (1968). El formalismo en las ciencias sociales (1ra. Parte). Antropología - Tercer Mundo. 1, (1-6). Reedición Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

o   Carri, Roberto. (1969). El formalismo en las ciencias sociales (2da. Parte). Antropología - Tercer Mundo. 2, (55-66). Reedición Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

o   Carri, Roberto. (1968b). Un sociólogo de medio pelo. Revista Latinoamericana de Sociología. 1, pp. 127-129.

o   Carri, Roberto. (1970). Pensamiento nacional y sociología anti-nacional. En Touraine, A., Nikolaus, M., Novikov, N. V., Fals Borda, O., Marsal, J. F., Menéndez, E. L., Cárdenas, G. H., Carri, R., Verón, E. Delich, F.. Ciencias sociales: Ideología y realidad nacional (pp. 143-165). Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo.

o   Carri, Roberto. (2001). Isidro Velázquez. Formas pre-revolucionarias de la violencia. Buenos Aires: Colihue.

o   Recalde, Aritz y Recalde Iciar. (2007). Universidad y liberación nacional. Un estudio de la Universidad de Buenos Aires durante las tres gestiones peronistas 1946-1952, 1952-1955 y 1973-1975. Buenos Aires: Nuevos Tiempos.

o   Salvi, Valentina. (2000). La ceguera sociológica. Sobre “el formalismo en las ciencias sociales de Roberto Carri., En H. González (Comp.). Historia crítica de la sociología Argentina (pp. 381-386). Buenos Aires: Colihue.







3 comentarios:

Carlos Molina dijo...

Es una gran alegría que se rescate a Roberto Carri,un gran compañero de los setenta que sintetizaba nuestra visión de universidad para el pueblo!

Susana dijo...

Creo que los dos trabajos son muy buenos. Martí y Carri, aunque en dos épocas diferentes nos plantean la unificación de una corriente de pensamiento que debe discutir si quiere construir una universidad diferente a la histórica.

Adrián Corbella dijo...

http://adriancorbella.blogspot.com.ar/2012/10/a-proposito-de-la-libertad-por-juan.html