Cuenta Graciela Daleo "El día que terminó el campeonato Mundial de fútbol de 1978, cuando Argentina hacía un gol, desde Capucha se oían los festejos en la cercana cancha de river. El tigre Acosta subió al tercer piso del casino de oficiales donde nos tenían recluidos. Nos saludó eufórico gritando ¡Ganamos, Ganamos!. Decidieron sacar a algunos prisioneros para que vieran como festejaban los argentinos; la represión era un invento de la prensa marxista y socialdemócrata, decían. Ellos ya se habían convencido y no percibían lo ridículo del intento de convencer a sus prisioneros. El prefecto Héctor Febres al volante de un 504 verdse y otros tres miembros del grupo de tareas me llevaron por cabildo. Al llegar a Juramento no podían seguir avanzando. Asomada al hueco del techo corredizo no dejaba de llorar. ´si grito que soy una desaparecida, nadie me hará caso´, pensaba. Después nos llevaron a una confitería. Cuando no soporté más la angustia pedí permiso para ir al baño. Cuidar el aspecto era considerado como un indicio de que las prisioneras en vías de recuperación resumíamos los valores occidentales y cristianos, y por eso nos desvolvieron el maquillaje que teníamos al ser secuestradas. Con un lápiz de labios escribí en las paredes hasta acabarlo ´milicos asesinos, Massera asesino, Viva Perón´. Volví a la mesa. Nos devolvieron el chupadero".
2 comentarios:
escalofriante relato muy triste y real... recomiendo mucho el libro "vuelos" de Horacio Verbitsky
que doloroso y gratificante (por lo que hoy vivimos) es escuchar relatos de las víctimas del genocidio...
siempre anduve con ganas de leer Vuelos, de Verbitsky. Hasta que lo compre sigo leyendo forjando125!
www.visto-desde-el-sur.blogspot.com
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